¿Las ciudades se volverán demasiado cálidas para vivir?
Las ciudades están amenazadas por temperaturas extremas y se prevé que las olas de calor aumentarán en frecuencia, intensidad y duración. ¿Qué significa esto para el futuro de nuestras ciudades y sus habitantes?
La evidencia científica constata que el calentamiento y sus efectos (el aumento del nivel del mar o modificación en los patrones de eventos extremos como olas de calor o lluvias torrenciales) se están produciendo a una velocidad sin precedentes. Estos cambios afectan en gran medida el bienestar humano y su actividad, tanto de forma directa como indirecta, a través de sus impactos en los ecosistemas naturales y los sistemas socioeconómicos. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que la salud de millones de personas podría verse amenazada por el aumento de enfermedades infecciosas sensibles al clima como la malaria o el dengue, la desnutrición y las enfermedades transmitidas por el agua. Pero los riesgos se distribuyen de forma dispar y son generalmente mayores para las personas y comunidades desfavorecidas, haciendo que aumenten las diferencias entre países desarrollados y en vías de desarrollo. Los expertos lo reafirman y los estudios lo demuestran una y otra vez, estamos ante una emergencia climática de graves consecuencias económicas y sociales. Y si no actuamos y no tomamos medidas serias, rápidas y contundentes, la situación será irreversible.
Efecto isla de calor
El aumento de las temperaturas tiene un efecto directo sobre las ciudades, más que sobre zonas rurales. Se trata del efecto isla de calor, y a lo largo de los próximos años las urbes, cada vez más extensas, se calentarán por el día mucho más y no podrán refrescarse porque por la noche las ciudades emiten todo el calor acumulado durante el día.
Las causas de este efecto se deben a los materiales utilizados en las construcciones de los edificios, y equipamientos urbanos como son hormigón, asfalto y cristales, que acumulan durante el día el calor por el día y por la noche lo desprenden. Por ese motivo existen diferencias de temperatura entre las afueras de la ciudad o localidades cercanas, que pueden llegar a superar los 5 grados.
Este hecho no es aislado y cada año va en aumento. Son síntomas del calentamiento global provocado por el cambio climático, y que se manifiestan cada vez más con récords de temperaturas como ha ocurrido en junio en Estados Unidos, concretamente en el Valle de la Muerte, una región del sureste de California donde se han alcanzado los 54 grados, y que cada vez se replican en otros puntos del planeta, ya que no cabe duda de que cada vez estamos más interconectados y cambios que se producen a miles de kilómetros cada vez están más relacionados con nuestro propio país. Diversos informes reflejan que el año 2020 fue el más cálido a escala global, y en nuestro país extremadamente cálido, ya que la temperatura media en España se acelera y crece 1,3 grados en solo 60 años.
Este aumento es cada vez más rápido, y ya se valoran cambios en diferentes capitales europeas que afirman que algunas ciudades alcanzarían temperaturas de otras urbes a 1.000 kilómetros hacia el trópico. Algunos ejemplos que son Londres que tendría el clima de Barcelona o Madrid el de Marrakech, temperaturas que en algunos casos se elevarían más de 6 grados.
Adaptación frente a las olas de calor
Las olas de calor, el lado más extremo de la subida de temperaturas, son la consecuencia más directa del cambio climático en las ciudades. Y España es, según algunos estudios, el segundo país del mundo donde se registran más olas de calor y de mayor duración. Cada año las temperaturas son cada vez más extremas y sostenidas, y como recoge un reciente informe de la Agencia Estatal de Meteorología el verano dura ahora cinco semanas más que hace 40 años.
Ahora la pregunta es qué podemos hacer. La respuesta es más compleja, pero seguro que pasa por la trasformación y la adaptación; las ciudades deben planificar las olas de calor y ayudar a sus residentes sobre cómo mantenerse a salvo durante el calor extremo. Las empresas necesitan adaptar sus edificios, infraestructura y horarios de trabajo a temperaturas más altas.
En algunas ciudades se empiezan a proponer y trabajar planes específicos para paliar los efectos del calentamiento global, y poder convertirse en ciudades esponja, reemplazando superficies duras con espacios verdes y superficies permeables al agua para combatir el efecto de isla de calor urbano y, al mismo tiempo, desarrollar la resistencia a las inundaciones. Esa transformación pasa por cambiar el paisaje urbano de la ciudad, plantando más árboles, aceras sombreadas, cambiar el color de las superficies de carreteras y edificios y convertir los tejados en pequeños oasis cubiertos de vegetación.
Sin embargo, las respuestas deben darse en dos velocidades, una rápida y ágil, que fomente los pequeños cambios y fisionomía de las ciudades, y otra con estrategias a largo plazo, creando un nuevo marco con inversión para realizar cambios más profundos, aunque ambas deben pensar en una ciudad adaptada, o lo que es lo mismo un futuro sostenible.